Brasil nunca decepciona. En el municipio de Garrafão do Norte, un hombre en aparente estado etílico decidió que no había mejor forma de bajar la borrachera que... correr una carrera de 8 kilómetros. Así, sin calentamiento, sin inscripción y con chanclas como único equipo deportivo, se lanzó a la aventura atlética del día.
El protagonista, conocido como Isaque, venía saliendo de un bar cuando se topó con una multitud lista para competir. En lugar de seguir su camino a casa (o al siguiente trago), pensó que era buen momento para “sudar el alcohol” y se alineó como un corredor más, aunque vestido más para la playa que para un maratón.
Contra todo pronóstico (y contra la lógica médica), Isaque completó los 8 kilómetros, ante el asombro de espectadores, corredores oficiales y probablemente su propio hígado. Aunque no ganó la carrera, se llevó algo más valioso: una medalla simbólica, fama instantánea y una historia que ni el mejor guionista de telenovelas podría haber escrito.

“Corrí para curarme la resaca”
El video del momento se volvió viral en redes, donde se le ve trotando (o algo similar) entre corredores profesionales, con su atuendo informal y un aire de “no tengo idea de por qué estoy haciendo esto, pero ya qué”.
“Estaba bebiendo y, cuando vi a esa multitud, pensé: ‘Voy a correr para recuperarme de la resaca’”, declaró el nuevo ícono del deporte espontáneo, quien desde entonces ha dejado de beber, ha sido patrocinado por marcas locales, y hasta consiguió una clínica dental que le dará sonrisa nueva.

De borracho anónimo a atleta con causa
Ahora, con shorts, tenis nuevos y una dosis de autoestima, Isaque asegura que quiere seguir corriendo y cambiar su vida. Porque si algo aprendimos de esta historia, es que nunca subestimes el poder de una buena cruda... y unas chanclas resistentes.