En Nuevo León, la rabia humana es un problema de salud que está prácticamente erradicado, desde 1986 no se presenta ningún caso de transmisión de canes a personas, sin embargo, la Subsecretaría de Prevención y Control de Enfermedades no baja la guardia e inició la Jornada Nacional de Vacunación Canina y Felina.
El arranque fue en el municipio de Santiago y de ahí partirán a todo el Estado. Las fechas son a partir del 25 de septiembre y hasta el 1 de octubre.
“Desde 1986… ya 36 años, no hemos tenido ningún caso de rabia por transmisión de un perrito a un ser humano, eso nos llena de alegría y nos impulsa a seguir trabajando en esto, porque sin duda, estos dos años que tuvimos de pandemia tuvimos que parar estas campañas, tuvimos que darle prioridad a otros temas”, expresó Lilia García Rodríguez, titular de la dependencia estatal.
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La meta, añadió, es aplicar 600 mil dosis de vacuna contra la rabia. Fue en el municipio de Santiago donde personal de la dependencia estatal aplicó las primeras dosis de esta jornada.
“Traemos todas las ganas y toda la disposición y el entusiasmo de poder trabajar en conjunto desde el gobierno estatal, municipal y las organizaciones civiles, que siempre nos hacen el favor de acompañarnos, para poder poner 600 mil vacunas en este año”, señaló la funcionaria.
La rabia es una virosis zoonótica que se puede prevenir administrando una vacuna. Una vez que aparecen los síntomas clínicos, es prácticamente mortal en todos los casos.
En hasta el 99% de los casos humanos, el virus es transmitido por perros domésticos. Sin embargo, la enfermedad puede afectar tanto a los animales de casa como a los animales salvajes.
Se propaga a personas y animales a través de mordeduras o arañazos, por lo general con la saliva.
Es una enfermedad que está presente en todos los continentes con excepción de la Antártida. Es en Asia y en África donde se registra el mayor número de muertes en humanos.
Se le considera una de las enfermedades tropicales desatentidas que se propaga rápidamente en zonas rurales remotas donde ocurren el 80% de los casos humanos porque las personas casi no tienen acceso a servicios médicos preventivos.
De acuerdo a reportes de la Organización Mundial de la Salud son los niños, entre 5 y 14 años las víctimas más frecuentes.
Transmisión, incubación y síntomas
Aunque por su cercanía con los humanos los perros son considerados los principales transmisores, la rabia se presenta también gatos, zorros, mapaches, mofetas, muerciélagos, mangostas, chacales y ardillas. No hay casos conocidos de transmisión a través de mordeduras de roedores.
El periodo de incubación de la rabia puede ser de dos a tres meses, pero puede oscilar entre una semana y un año, dependiendo de factores como la localización del punto de inoculación y la carga vírica.
Las primeras manifestaciones son la fiebre acompañada de dolor o parestesias en el lugar de la herida. La parestesia es una sensación de hormigueo, picor o quemazón inusual o no explicable por otra causa.
A medida que el virus se propaga por el sistema nervioso central, se produce una inflamación progresiva del cerebro y la médula espinal que acaba produciendo la muerte.
La enfermedad puede adoptar dos formas:
En la primera, la rabia furiosa, los enfermos presentan signos de hiperactividad, excitación, hidrofobia (miedo al agua) y, a veces, aerofobia (miedo a las corrientes de aire o al aire libre), y la muerte se produce a los pocos días por paro cardiorrespiratorio.
La segunda forma es la rabia paralítica, que representa aproximadamente el 20% del número total de casos humanos y tiene una evolución menos grave y, por lo general, más prolongada.
Los músculos se van paralizando gradualmente, empezando por los más cercanos a la mordedura o el arañazo. El paciente va entrando en coma lentamente y acaba falleciendo.
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A menudo, la forma paralítica no se diagnostica correctamente, lo cual contribuye a la subnotificación de la enfermedad.
Qué hacer si se tiene contacto con un animal rabioso
Puede haber diferentes formas de contagio de un animal con el virus a un humano. Puede ser por lamedura sobre la piel; mordisco, arañazo o por contacto con muricélagos.
Hay que observar detalles como que el animal agresor es de una especie que puede ser reservorio o vector de la rabia, la exposición tuvo lugar en una zona donde sigue habiendo rabia, el animal tiene mal aspecto o su conducta es anormal, la saliva del animal ha contaminado una herida o mucosa, la mordedura no se produjo como respuesta a una provocación, el animal no está vacunado.
Los datos sobre la vacunación del animal sospechoso no se deben tomar en cuenta para descartar el tratamiento profiláctico posterior a la exposición si no se tiene seguridad de haber completado la vacunación. Esto puede suceder cuando, por falta de recursos o porque no se les otorga prioridad, los programas de vacunación canina no están suficientemente regulados o no se aplican correctamente.
La OMS insiste en que la mejor manera de prevenir la rabia en humanos es la vacunación canina.