Opinión

La espiritualidad y la Guadalupana

Por Pablo Vera Valdés

La madrugada del 11 de diciembre de cada año, miles de familias mexicanas conmemoran el aniversario de la aparición milagrosa de la advocación mariana del Tepeyac, aquella que ha permeado la vida de una nación, a casi 500 años de tan impresionante suceso. La virgen de Guadalupe es un símbolo no sólo religioso, sino también cultural con influencia en la identidad de mexicanas y mexicanos.

¿De qué manera una imagen puede poseer poder para subjetivar la forma de ser y estar en un espacio y tiempo determinado? La fe es un elemento crucial de las identidades que co-construimos a lo largo de nuestras vidas, aquello a lo que acudimos cuando requerimos dotar de sentido a lo que parece estar fuera de nuestras manos, pero también, puede fungir como una fuerza de carácter social que dicta los preceptos bajo los cuales una sociedad se desenvuelve, tanto en lo público como en lo privado.

La imagen de la Guadalupana, ícono del catolicismo mexicano, recibe a miles de peregrinos que acuden a la basílica del Tepeyac a solicitar un milagro y a agradecer los favores concedidos. Queda claro entonces que más que una imagen, se trata de un símbolo de gratitud y de unión entre las personas que han depositado en ella su fe, sus sueños y esperanzas por un mundo preferido, así como una digna representación de los valores que nuestra sociedad apremia y promueve: la familia, el respeto y la unión, entre otros.

El fenómeno guadalupano ha sido estudiado desde múltiples perspectivas: la sociología, la historia, la antropología… Cada una de estas disciplinas nos ha aportado un mar de ópticas respecto a la importancia de la cuestión espiritual en la historia de hombres y mujeres, y es precisamente donde la salud mental encuentra cabida respecto a la devoción de la Virgen plasmada en un ayate, que surge, según el Nican Mopohua (poema en náhuatl que cuenta los hechos de las apariciones) en el año de 1531.

La vida espiritual, como mencioné líneas más arriba, es un elemento crucial en las historias que nos contamos respecto a nosotras y nosotros, las creencias en algo o alguien superior que nos protege y dirige ante la incertidumbre que nuestro transitar por el mundo puede generar, lo cual podría conducir tener un efecto consolador y de fuerza interna que quizá no sabíamos que poseíamos.

Las creencias son, como las conductas y las emociones, el sustento de la identidad de una persona. Las creencias espirituales, sin importar cuál o cuáles sean, ya sea que se trate de la naturaleza, un objeto, o la imagen más popular en la fe mexicana, son dignas de merecer un sitio especial para comprender la cosmovisión de quien está frente a nosotras y nosotros, para resonar en el cómo se vive la realidad, el problema y la solución, eso hacemos en C7.

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