“Las mujeres policías también somos feministas”, así lo dijo contundente la Jefa Andrómeda ante una audiencia compuesta por sus compañeras de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y activistas, principalmente.
Detrás del uniforme de quienes estarán al frente de la seguridad en las conmemoraciones por el Día Internacional de la Mujer, hay también víctimas de agresiones, no sólo en el espacio privado y digital, también en el público, por parte de grupos minoritarios que descargan en ellas su rabia.
En las marchas más recientes para exigir a una vida libre de violencia, hemos sido testigas y testigos de que la estrategia de contención y de no agresión está en primera línea.
Se han reforzado los protocolos de actuación, para evitar enfrentamientos y para garantizar la seguridad de todas: las civiles y las representantes de la seguridad. Estamos muy lejos de lo que se vivía cuando existía el cuerpo de granaderos, así, en masculino; grupo que desapareció por instrucciones de la Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum.
Este 8M se prevé que mil 700 agentes de la SCC acompañen la marcha. Las mujeres policías, que llevan consigo un equipo que pesa 14 kilos –entre chaleco, espinilleras, casco y escudo– también son sensibles y coinciden con cada una de las exigencias de las manifestantes. Ellas también buscan acabar con la violencia de género o la que viven familiares, amigas o conocidas. Dan la vida todos los días por ello.
Ellas también enfrentan su propia lucha por la equidad, buscan que se erradiquen las violencias laborales y sexuales dentro de la corporación. Por primera vez, hay una administración ocupada realmente en ello. Se han creado mecanismos institucionales como las Comisiones Ciudadanas contra la Violencia a Mujeres Policías, encabezada por el Consejo Ciudadano. La Comisión de Honor y Justicia, cada vez hace un mayor énfasis en los logros de ellas para reconocerlas. Hay oportunidad de que crezcan dentro de la carrera policial.
A su vez, las mujeres, todas, también contribuyen cada día a fortalecer la seguridad. Lo hacen por medio de la denuncia, al difundir medidas de prevención, al compartir sus historias. Cada una contribuye con información para que las autoridades puedan actuar, se combata la impunidad y se obtenga justicia para todas.
Las mujeres policías y las activistas feministas no son antagonistas, claramente tienen puntos de convergencia. A todas las une la exigencia de ser visibilizadas, respetadas y que se les garantice una vida libre de violencia. Por ello, este 8M ninguna debe ser excluida. Marchan todas por todas.