Cuatro mil pasos hacia la salud

Los músculos grandes se activan al caminar.
Foto: (Especial)

De acuerdo con estudios recientes, que analizaron a miles de personas durante casi una década, cuatro mil pasos al día es el número mágico para mantener una salud adecuada y reducir ampliamente el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, la primera causa de muerte en México y, prácticamente, el mundo.

Cuatro mil pasos son un poco más de tres kilómetros y parece que también la fórmula para estar en buenas condiciones físicas a partir de cierta edad. Sustituye a los diez mil que durante varios años fueron la recomendación o a la media hora diaria que podemos dedicar a movernos; aunque la realidad es que todo ejercicio es complementario de una existencia saludable y, cuando tenemos salud, lo tenemos todo.

Hace también algunos años, mientras tuve la oportunidad de encabezar una eficiente organización civil que atendía, entre otros temas, adultos mayores por medio de una línea telefónica 24/7 y los apoyaba en cualquier situación, recomendábamos la actividad física constantemente. Ya fuera caminar en casa, subir con cuidado escaleras o salir al parque más cercano para llevar una rutina de acondicionamiento, la petición era moverse para revertir los años de vida sedentaria y mejorar, por medio de ello, la salud mental.

Es una certeza médica y científica que el ejercicio, hecho con precaución, solo trae beneficios. Una caminata por las mañanas o por las tardes retrasa el envejecimiento y permite que mantengamos nuestras facultades y aptitudes. Durante la última pandemia, pudimos confirmar que quienes cuentan con el hábito de la actividad física, estaban mejor preparados y más protegidos ante el nuevo virus.

Pero este artículo es más que una recomendación de vida saludable. Como ciudadanos coincidimos en que la salud y el ejercicio son dos factores indispensables para tener un país próspero, pero está en nosotros desarrollar hábitos que nos saquen de los primeros lugares de casos de obesidad, diabetes, ataques al corazón e hipertensión a nivel internacional. Para lograrlo debemos establecer una estrategia integral que inicia en las cocinas y los comedores de nuestros hogares, continúa con demandar buena infraestructura pública para salir a la calle y practicar un deporte o una disciplina, para terminar en una cultura de prevención, de asistencia periódica a revisión médica y una modificación radical de ingesta de calorías, basada en una poderosa publicidad de la industria de alimentos procesados, que solo se combate con una dieta correcta.

Porque los cuatro mil pasos, creo, no son la única garantía de una vida prolongada e independiente. Necesitamos una alimentación distinta y una rutina que incorpore al ejercicio como una herramienta de salud y no solo de esparcimiento o de atractivo personal.

Este objetivo no es fácil, basta con revisar las cifras de mortalidad anuales, con su respectivo exceso, y nos daremos cuenta de que el sedentarismo sigue imponiéndose. Trasladarnos por varias horas al trabajo, regresar por la noche a colonias sin alumbrado público en buen estado, comer lo que podemos, a la hora que hay una oportunidad, son las condiciones comunes de un país que lleva tiempo enfermo y apenas está implementando políticas que ayudan a reducir en el corto plazo los males de la vida que llamamos “moderna”.

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Recuerdo bien cuando se prohibió colocar saleros en restaurantes en la Ciudad de México. Los primeros meses las críticas públicas y privadas eran, perdón por la expresión, el pan de todos los días. La medida tuvo que ser acompañada de una campaña de difusión que informara sobre los riesgos de seguir lanzando capas de sal antes de probar un bocado y otra de supervisión de las autoridades para que no se violara la norma. Hoy podría pensarse que nos olvidamos de que alguna vez tuvimos saleros en cada mesa, pero la memoria es lo que hace que podamos arraigar buenos y malos hábitos. Es, igual que el ejercicio, un asunto de constancia.

En esa regularidad nos toca participar a todas y a todos. El cambio de época que vivimos urge que nos adaptemos a otras condiciones de vida, especialmente cuando el bono demográfico de jóvenes se agota y la expectativa de más años de existencia será lo normal. Nuestras familias, nuestro país, y nosotros mismos, requerimos de estar saludables. Y por los tiempos que corren, esa es una de las mejores herencias que podemos dejar. Por lo pronto, a caminar, en todos los sentidos, hacia delante.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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