Por fin, la lluvia

Se pronostican lluvias generalizadas en diversos puntos de la capital del país.
Foto: (Especial)

En medio de una ola de calor histórica, contingencias ambientales en la capital del país, y una sequía que lleva años en varias regiones, comenzaron las primeras lluvias y, en el caso de la Ciudad de México, por fin, una tormenta.

El agua es el recurso natural más valioso que existe, comparable solo con el aire más o menos respirable. Sin ambos, no hay vida, así de simple. Cualquier tema que deseemos mejorar solo es discutible si tenemos las condiciones para respirar, hidratarnos y nutrirnos. Tener que dialogar acerca de esas tres necesidades básicas en el siglo con más avances tecnológicos en nuestra historia como humanos, confirma que no hemos aprendido lo suficiente acerca del papel que jugamos para proteger este planeta.

En el campo, la lluvia es considerada una bendición y cada aguacero se aprovecha como el único medio para obtener una buena cosecha o alimentar al ganado. En las ciudades a veces pensamos que cualquier llovizna solo ocasiona caos vial. Hasta que padecemos de escasez del líquido o debemos soportar temperaturas que no corresponden a la altura en la que se encuentra el Valle de México, comenzamos a pensar diferente.

El calentamiento global es una realidad y tenemos que poner manos a la obra para adaptarnos y corregir el daño que le hemos hecho al medio ambiente. Reforestar, cuidar el agua, y reducir nuestras emisiones de gases a la atmósfera, ya no son solo actos de consciencia, sino obligaciones cívicas que todas y todos debemos llevar a cabo.

Apostar nuestra existencia a las condiciones del clima es un juego muy arriesgado y, por lo que vemos, la partida no la vamos ganando nosotros. Viene otra quincena de altas temperaturas, que se sumarán a la falta de agua, antes de que entremos en una temporada de precipitaciones que podría ser también inusualmente caudalosas. Pero que llueva mucho no soluciona, ni solucionará, el problema ambiental.

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De fondo, los ciudadanos ahora (y antes) necesitamos tres cosas: árboles, cubetas y zapatos cómodos. Sembrar, con la guía de nuestras autoridades, en los espacios públicos ociosos y poblar nuestros hogares con plantas, son las medidas que nos corresponden para hacer que la temperatura descienda en los centros urbanos. Y tiene que continuar la reforestación en todo el territorio nacional para que las zonas rurales no se deterioren y podamos seguir cultivando muchos de los alimentos que llevamos a nuestras mesas.

En lo que toca a las cubetas, serán muy útiles para cosechar lluvia, en lo que nos ponemos de acuerdo con los vecinos para, por iniciativa común, utilizar azoteas, balcones, terrazas y hasta estacionamientos particulares, para aprovechar el agua que regala el cielo. No podemos darnos el lujo de dejar pasar otro año sin asumir estas medidas en casas y edificios. Cuidar el agua es el mejor camino para continuar con la vida que conocemos y darle futuro a los sitios que consideramos nuestro hogar.

Finalmente, caminar ya no es solo un asunto de ejercicio y de salud física, sino una manera de disminuir nuestra participación en la polución del aire y en las contingencias que deben decretarse por esa contaminación. Claro que es un tema de transporte público y de relocalización de centros de trabajo y de consumo, pero estamos en el momento exacto en el que tenemos que decidir utilizar menos los automóviles particulares o compartir su espacio con otras personas. Los traslados urbanos son todo un fenómeno de movilidad que se estudia de manera permanente, lo que hace falta es que las políticas públicas y el respaldo ciudadano se unan para adoptar otros métodos para moverse de un lado a otro.

Cada paso que demos, literalmente, es contribuir a que no tengamos que parar actividades porque no hay aire limpio. No es el único factor que provoca la polución; sin embargo, es lo que nos toca a nosotros como parte de esta sociedad. De nada sirve cuidar nuestra salud física, si la función elemental que nos mantiene vivos, que es respirar, nos envenena poco a poco.

Entramos a una etapa en este cambio de época en la que no hay marcha atrás. Nuestras formas de emplear los recursos, naturales y artificiales, de consumir y de trasladarnos, tienen que modificarse de manera opuesta a lo que hemos hecho durante el último siglo y medio. Todos podemos participar de un nuevo diseño urbano y social, porque es una tarea que involucra a la ciudadanía y a las autoridades; ninguna de las partes puede resolver estos desafíos sola y menos cuando la naturaleza se vuelve más extrema y nuestra capacidad de adaptación está poniéndose a prueba a cada instante.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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