La “a” se revela como una afirmación: las mujeres lideran, presiden, construyen historia individual y colectiva.
El uso de la vocal no es la lucha del viejo abecedario de aquellas primarias públicas de los años 60 y 70 donde los profesores eran percibidos con mayor respeto y asociados con educación de excelencia. El tema ahora es inclusión, equidad e igualdad sustantiva y la arrolladora legitimidad de quienes llegan a las posiciones más altas de la política.
El lenguaje refleja estructuras sociales, ideológicas, individuales y colectivas. Al decir “presidenta” no solo reconocemos el género de quien ocupa el cargo, desafiamos siglos de un discurso que ha invisibilizado a las mujeres en los espacios de poder.
Actualmente, 26 ocupan la presidencia de sus países: 12 en Europa, 5 en América, 4 en África, 3 en Asia y 2 en Oceanía. A partir del primero de octubre, Claudia Sheinbaum Pardo, quien el viernes recibió la constancia como Presidenta electa de México, será la primera en ese cargo en Norteamérica.
Se interrumpen corrientes culturas al mismo tiempo que se defiende la semántica de esta nueva historia nacional. Sheinbaum fue clara al respecto: “Hago una respetuosa invitación a que nombremos Presidenta con ‘A’, así como decimos: jueza, abogada, científica, ingeniera con ‘A’, porque nos han enseñado que lo que se nombra, existe, y lo que no se nombra, no existe”. Así de sencillo.
El lenguaje inclusivo en su versión más extendida ha sido adoptado en constituciones y legislaciones. En España, la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva impulsa un lenguaje administrativo visibilizador de ambos géneros.
En 2015, la academia de la lengua sueca incorporó al diccionario oficial el pronombre “hen” que hace referencia a una persona sin la necesidad de revelar su género.
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Sin embargo, aún hay resistencias y retrocesos desde la ultraderecha. El gobierno de Javier Milei en Argentina prohibió el uso de la “e”, la arroba, “x” y “a”, porque a su juicio la perspectiva de género se ha usado “como negocio de la política”.
El cambio en la gramática es un recordatorio de la importancia de las palabras y de cómo transformamos al mundo por el modo como le nombramos.
Ahí viene la “A”. Y por ahí la “B” de Clara Brugada a ser la primera continuadora electa de un gobierno con predominancia femenina en la capital nacional.