Opinión

Cuando nadie actúa

Hacer el bien, haciéndolo bien

Van tras los bromistas
Llamadas al 911 (Daniela Rodríguez)

En 1964, en una calle de Nueva York, una joven llamada Kitty Genovese fue atacada y asesinada mientras pedía auxilio a gritos. Más de treinta vecinos escucharon, varios miraron por la ventana. Nadie llamó a la policía. Nadie bajó a ayudar. Nadie actuó.

¿Por qué? Porque todos pensaron lo mismo: “Alguien más lo hará.”

Este hecho dio origen al término “efecto del espectador”, que describe cómo, cuando muchos presencian una situación crítica, menos personas intervienen, creyendo que otro se hará cargo. El resultado: nadie lo hace.

Décadas antes, Albert Camus había descrito en La Peste un fenómeno similar. En su novela, una ciudad se acostumbra poco a poco a ver ratas muertas por las calles. Nadie reacciona. Nadie se alarma. Hasta que la peste se vuelve imparable. ¿La causa? La indiferencia.

Ambas historias, una real y otra literaria, hablan de lo mismo: de la pasividad humana ante lo evidente. De cómo preferimos normalizar lo inaceptable, callar ante la injusticia, confiar en que alguien más resolverá lo que también nos toca a nosotros.

Hoy el mundo vive situaciones distintas, pero con patrones parecidos. Vemos violencia, desinformación, abusos, discriminación, polarización y manipulación disfrazada de ideales nobles. Y, muchas veces, no hacemos nada. Observamos. Opinamos. Pero no actuamos.

El problema no es solo la maldad de unos cuantos. Es también la pasividad de los muchos.

Y esa pasividad no siempre nace de la apatía. A veces nace del miedo, del cansancio, o del pensamiento erróneo de que nuestras acciones no harán la diferencia.

Pero sí la hacen.

Cuando elegimos no actuar, alimentamos lo que decimos rechazar. Cada vez que ignoramos lo que sabemos que está mal, esa omisión tiene consecuencias. Tal vez no para nosotros de inmediato, pero sí para alguien más. Y mañana, podría ser para todos.

El mundo no necesita más espectadores. Necesita más ciudadanos conscientes. Más personas que entiendan que el bien común no se construye con discursos, sino con acciones.

También hay que tener cuidado con quienes se disfrazan de “salvadores” y hablan de justicia, pero solo buscan dividir, manipular o acumular poder. No todo el que dice buscar el bien común lo hace con honestidad. Por eso, es vital mantenernos informados, cuestionar lo que nos dicen y no caer en bandos automáticos.

La desinformación es otra plaga moderna. Confunde, fragmenta y paraliza. Y muchas veces, quien no actúa, no es porque no quiera, sino porque ya no sabe en quién confiar ni qué es verdad.

La confianza se reconstruye con hechos. Con coherencia. Con comunidad.

La transformación real empieza cuando cada uno asume que también tiene una parte del deber.

Podemos cambiar las cosas. No con milagros ni con héroes, sino con compromiso.

Compromiso para ayudar, para informarse, para participar, para no callar.

El antídoto contra la indiferencia no es el enojo. Es la conciencia.

El antídoto contra la manipulación no es el fanatismo opuesto. Es la verdad.

Las sociedades que avanzan no son las que tienen menos problemas, sino las que tienen más personas dispuestas a enfrentarlos con integridad.

Preguntémonos con honestidad:

¿Cuántas veces he sido espectador?

¿Cuántas veces pensé: “alguien más lo hará”?

Y, más importante aún: ¿qué puedo hacer hoy, desde donde estoy?

La historia de Kitty Genovese, la novela de Camus, los episodios cotidianos de injusticia que vemos todos los días… nos enseñan una lección clara: cuando nadie actúa, todos perdemos.

Pero cuando alguien rompe el silencio, cuando uno decide intervenir, cuestionar, ayudar o resistir, algo cambia.

Y eso inspira a otros. Y entonces, la plaga se frena.

La próxima vez que algo te duela, que algo te inquiete, que algo te indigne, no mires para otro lado. No esperes al valiente. Sé tú quien da el paso.

Porque si no lo hacemos nosotros, ¿quién?

Y si no es ahora, ¿cuándo?

JUNTOS Y UNIDOS SIEMPRE!!! HACER EL BIEN! HACIÉNDOLO BIEN!

@LuisWertman

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