Paso 1. No se haga: también está ahí dentro
Whatsapp otorga la errónea idea de ubicuidad. Por alguna extraña disfunción evolutiva parece que el gnomo sapiens prefiere hablar con todo mundo, menos con quien tiene enfrente. Puede ser por la comodidad de dejar en visto cuando sea o de responder con monosílabos sin que le vean el rostro. Si esto le parece un pecado o se persigna mientras lee esto, pregúntese cuál es la app que más usa.
Paso 2. Ocupe la caída como lo que es
La solidaridad a las tendencias, trátense de lo que sea, nos ha puesto en una posición francamente vulnerable como seres: para que un cromañón entrara en tensión, tendría que ser perseguido por un estegosaurio. Ahora basta que usted no pueda mandar un mensajito para que fibrile y le reclame al mundo por tal suerte de injusticia universal. Si sobreviene otra caída de Whatsapp, procure administrar su crisis de ansiedad y calcule el alcance de lo que un becario confundiendo cables puede hacer. Por lo menos, en este blackout de comunicación, ¿se hizo la pregunta: en dónde tengo invertida mi atención y mi energía? Ahora vuelva a sus emojis.
Paso 3. La banda es tranquila mientras no se le provoque
Whatsapp y la comunicación inmediatista que ahí se vuelca es, en más de un sentido, medida de nuestro tiempo. Puede caerse el sistema electoral, pero si colapsa Whatsapp, la gente se sublevará. Son más de mil millones de usuarios en todo el mundo y un mínimo porcentaje de éstos, probablemente, los que se pusieron a pensar lo que pasaría si un día simplemente nos quedáramos sin Internet. No es que el apocalipsis digital esté cerca, sino algo mucho peor: la ansiedad por las trivialidades se han apoderado de nosotros. Haga como la rosquita pensadora: quédese en un mismo mood por un buen rato, suspéndase por sobrecarga de información y sólo mande un discreto gesto para hacer notar que no ha muerto.
Paso 4. Sepa que morirá sin Whatsapp
Lo que no es nombrado no existe. Por ello los británicos acuñaron el término al pánico que alguien experimenta al quedarse sin el teléfono móvil: Nomofobia. Esto viene de abreviar “no mobile phone phobia”, que parece exagerado, pero pruebe a dejar su celular en su casa. Por triste que suene, todos moriremos solos. Si esto no genera perspectiva en sus prioridades y en donde aloja su tiempo diariamente, haga el favor de seguir con su misión de largo plazo en sus cadenas de oración y avalanchas de memes y que la virtualidad lo ampare.
TE RECOMENDAMOS: