El pan no es solo un alimento en la Ciudad de México (CDMX), es, junto con la tortilla, el alma de muchos de los platillos como la guajolota o las tortas, por eso la polémica alrededor de la panadería Green Rhino, ubicada en la colonia Roma Norte, escaló rápidamente, tanto por las críticas de su dueño hacia los mexicanos como por los elevados precios de sus creaciones.
Su dueño, el panadero británico Richard Hart, hizo comentarios hace tiempo sobre la cultura del pan de los mexicanos y la mala calidad de los materiales, lo que detonó una ola de críticas que lo obligaron a disculparse este martes.
Pero no fue solo eso, sus comentarios calaron profundo entre los capitalinos porque atentan contra el respeto a la comida mexicana, pero además porque ocurren en el contexto de las críticas a la gentrificación en colonias tradicionales como Roma y Condesa.
Green Rhino abrió sus puertas en junio de 2025 en Tonalá 121, alcaldía Cuauhtémoc, desde entonces, llamó la atención por su propuesta de panadería contemporánea basada en masa madre, cocina a la vista y una estética cuidada que apunta a un público específico.
Sin embargo, uno de los puntos que más ruido genera entre el público mexicano son sus precios.
En este establecimiento, una concha de cacahuate cuesta 50 pesos, mientras que en una panadería tradicional de barrio el mismo pan puede encontrarse entre 10 y 15 pesos; es decir, hasta cinco veces menos.
Los garibaldis alcanzan los 100 pesos, los croissants rondan los 75 y el ticket promedio por persona se ubica entre 150 y 200 pesos, dependiendo de si se acompaña el pan con café o té, porque en México la reflexión es “si el café no me hace daño… así solito, sin pan”.
En la panadería Green Rhino la oferta incluye también productos de temporada como panettone de hasta 900 pesos, pasteles completos de 750 pesos y canastas navideñas que llegan a los mil 500 pesos.
A esto se suman mermeladas, granola, café de marca propia y mercancía como playeras y libros, con precios que van de los 100 a los 850 pesos.
Para muchos vecinos y usuarios en redes sociales, estos costos representan un ejemplo claro de cómo ciertos negocios en zonas gentrificadas elevan el precio de productos cotidianos y los vuelven inaccesibles para el público local.
Declaraciones que encendieron la mecha
El malestar por los precios se intensificó cuando resurgieron fragmentos de una entrevista que Richard Hart concedió en abril de 2024 al pódcast danés Pop Foodie Radio.
En esa conversación, el panadero aseguró que “México no tiene mucha cultura del pan” y descalificó al bolillo y la telera como “panecillos blancos feos”, baratos y hechos industrialmente.
También afirmó que el trigo mexicano no es bueno y que el consumo de pan en el país se limita principalmente al pan dulce.
Aunque la entrevista fue grabada antes de la apertura de Green Rhino en la CDMX, su difusión reciente provocó una fuerte reacción entre los capitalinos, que interpretaron los comentarios como una falta de respeto hacia uno de los alimentos más arraigados en la vida diaria.
Ante la presión, Hart ofreció una disculpa pública este martes, en la que reconoció su error y señaló que, como extranjero, olvidó actuar como invitado en México; no obstante, la conversación ya estaba instalada.
Defensa de la comida mexicana
La indignación no es un fenómeno nuevo, y los mexicanos no lo dejan pasar.
Hablar mal de la comida básica suele tener consecuencias sociales inmediatas, un ejemplo reciente fue el caso de Yahritza y su Esencia, cuando la cantante dijo que la comida mexicana no era de su agrado, lo que provocó una oleada de críticas y rechazo del público.
Antes, en 2018, el país reaccionó con fuerza al caso de Miriam Celaya, conocida como “Lady Frijoles”, quien calificó como “comida para chanchos” los frijoles que le ofrecían en un albergue en Tijuana.
El comentario se viralizó y generó una indignación nacional, precisamente porque los frijoles son uno de los alimentos más básicos y representativos de la dieta mexicana, pero además lo realizó una persona a quien se le daba acogida y se le abría las puertas.
En ese mismo nivel simbólico se encuentra el bolillo, no solo es el pan que acompaña la comida o se convierte en torta; también es parte del imaginario popular.
En México existe incluso la creencia —convertida en meme— de que “un bolillo alivia el susto”, pues ayuda a recuperarse después de una impresión fuerte, así que criticarlo, para muchos, equivale a despreciar una parte de la cultura cotidiana.
La molestia también se explica por el peso que tienen ciertas recetas emblemáticas en la identidad regional: la guajolota en la CDMX, la guacamaya en Guanajuato o la torta ahogada en Guadalajara, pues todas tienen en común el pan como base, no como accesorio de lujo, sino como alimento popular.
En ese contexto, que una panadería con precios elevados se instale en la Roma Norte —una de las colonias más señaladas por los efectos de la gentrificación— y que su dueño haya cuestionado públicamente la cultura panadera mexicana, deja mal sabor de boca a los mexicanos, y, por lo pronto, la panadería del británico se mantuvo cerrada este martes.

