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Mujeres que rompen con el matrimonio infantil sufren triple victimización

Combaten la violencia estructural, aunque eso les genere rechazo de las autoridades, comunidades y familias

Sus hombres las maltrataron, humillaron y las rompieron cientos de veces. Se trata de las mujeres de Guerrero que enfrentan las secuelas de un matrimonio fallido, cuya costumbre cumplieron a rajatabla. Matrimonio infantil que les generó un estigma.

Las caracteriza la resiliencia. Son guerreras de la sierra montañosa, comunidades a las que únicamente se llega por camioneta y autos grandes, debido a las condiciones del terreno. Nadie toca esta tierra por error, pues la zona apenas es perceptible para las autoridades del estado; los mapas son confusos y la ruta representa un reto.

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Los caminos son fangosos y difíciles, incluso para sus propios pobladores. La violencia machista –al igual que en otras comunidades– está arraigada en todo varón de los núcleos familiares.

Acatepec es una localidad indígena que alberga a poco más de 40 mil habitantes en donde se habla el tlapaneco o, como les gusta llamar a su lengua madre, el me’phaa.

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Las enfermedades crónicas abundan, carecen de médicos y centros de salud en 10 kilómetros a la redonda, lo que predomina son sólo cosechas de sus pobladores, casas de madera y adobes que apenas se sostienen.

Esta sociedad tiene en sus raíces más profundas la tradición de ceder a sus hijas a cambio de dote o dinero, pero algunas de ellas, tras sufrir años de abusos y violencia, deciden romper con su situación.

Tras reponerse y reconstruirse, la mayoría de ellas se dice decepcionada por no haber podido elegir su futuro. Cargan con secuelas emocionales, psicológicas y físicas tras años de maltrato.

Publimetro llegó a esta comunidad luego de transitar por poblados como Chilapa, Atlixtac y San Juan Bautista Copala. Todos ellos en la zona montañosa de Guerrero.

Las mujeres viven aquí como pueden y con lo que tienen, la mayoría sólo cuenta con lo básico: un comal para las tortillas, vestidos tradicionales y sandalias.

Ahora se agrupan solidariamente en la Casa de las Mujeres Indígenas, en la parte alta de Acatepec.

Ahí, Esperanza rememora en entrevista con este diario cómo fue vendida cuando tenía 12 años, a pesar de que imploró a su familia seguir con sus estudios. Quería ser alguien en la vida, recuerda entre lágrimas.

“A mí me gustaba estudiar, me tendieron una trampa mis primos, dijeron que yo andaba con un señor y no pude terminar mi primaria, ellos –junto a la persona con la que me casaron– engañaron a mis papás para hacerles saber que yo estaba de acuerdo, cuando no fue así”, narra desde una de las salas de este espacio que atiende a mujeres los 365 días del año.

Afligida, afirma que en ese entonces acudió a la comisaría para pedir que se detuviera el matrimonio; sin embargo, nadie le hizo caso. Esperaba que alguien de su familia le ayudara a escapar y continuar con sus estudios, pero nadie se le acercó; al contrario, la presionaron.

“Viví una situación muy difícil porque todavía era una adolescente, yo no quería estar con esa persona y pese a ello me obligaron. No fui feliz, tampoco pude estar embarazada y sólo estuve dos años con él por esa situación”, explica.

Pese a que regresó con su pareja y tuvo dos hijos, Esperanza fue abandonada años más adelante, luego de que su esposo se casó con su sobrina.

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Invisibles ante autoridades y su pueblo

La violencia en estas localidades es intensa, prevalece la desinformación y la apatía de las autoridades deja a las mujeres indefensas ante la violencia ejercida por sus parejas.

Incluso cuando los casos son muy graves, la mayor autoridad que interviene es el Síndico del Ayuntamiento de la cabecera municipal, quien sugerirá la reconciliación y referirá a la pareja o a la mujer en cuestión a la regidora de Participación Social de la Mujer. Donde no sucede nada.

Ningún hombre de Acatepec ha estado en la cárcel por violencia contra las mujeres, de acuerdo con las cifras proporcionadas por el municipio. Únicamente cuando se llega a comprobar un delito al responsable se le impone una multa o trabajo comunitario por semanas.

Son repudiadas por incumplir el trato

Lo que sucedió con Esperanza lo viven decenas de mujeres que regresan a la casa de sus familias o escapan. El costo de esta decisión es el estigma de “estar echadas a perder”, de no merecer ni estar con sus familias.

Incluso reciben el escarnio de no cumplir con el pago que pactaron por ellas y son prácticamente expulsadas de la comunidad en la que nacieron. Son invisibilizadas en el lugar que crecieron.

Hasta el año 2009, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) no existían registros de divorcios en todo el municipio.

Una de las amenazas más comunes para quienes rompen este acuerdo –pese a que denuncien violencia por parte de sus parejas– es que serán desnudadas en el monte y jamás volverán con sus hijos y familia. Por ello estas mujeres emancipadas buscan, a como dé lugar, inculcar a sus hijas que salgan del poblado y estudien.

En todas las localidades de Acatepec se replica esta práctica: El Mirador, Loma Maguey, Laguna Seca, El Capulín, Apetzuca, Zontecomapa, Tierra Colorada, Loma de la Silla, Barranca Pobre, El Chirimoyo, las cinco colonias de la cabecera municipal, entre otras.

La creencia de que el hombre es quien manda y debe proveer para la casa resuena en todas las casas de estos lugares. Situación confirmada por Lourdes, quien relata que fue engañada por su familia para no seguir con su pareja cuando tenía 18 años. La casaron con alguien ajeno a su decisión.

“Yo no quiero que esto se repita, ahora que tengo a mi hija de nueve años queremos decirles que las cosas serán diferentes, estamos luchando fuertemente para que no sufran maltrato y tengan otro tipo de pensamiento”, sostuvo.

Y es que las violaciones dentro y fuera del matrimonio son muy comunes en el municipio, toda la gente conoce al menos un par de casos en cada localidad de alguna joven que fue violada por alguien incluso cercano, como su padre, tío, primo, hermano o profesor.

No hay sanciones contra esto y cuando grupos de activistas quieren abordar el tema, se intenta sepultar la realidad.

Por ello, desde hace varios años estas mujeres resilientes iniciaron una serie de talleres con perspectiva de género en varias zonas de la sierra montañosa para luchar por los derechos de las niñas y mujeres que han sufrido algún tipo de violencia por parte de sus parejas.

Anhelan dejar de ser invisibilizadas, amedrentadas, amenazadas, normativizadas mientras los hombres –pese a la pobreza– disfrutan de ciertos placeres, comodidades, actividades o cargos, al tiempo que ellas sólo se atreven a soñar con decidir libremente sobre su cuerpo y su futuro.

Aspiraba a ser alguien en la vida

  1. Modesta. Habitante de la comunidad de Zitlaltepec

¿Qué sucedió con tu matrimonio? ­— Quería vivir mejor, pero no se pudo, me casé a los 12 años porque mi familia así lo decidió, no tuve la oportunidad de estudiar, porque antes la familia no dejaba eso, las hijas no teníamos derecho a opinar y tuvimos esa suerte.

Para nosotras, nuestra prioridad es el matrimonio, a todas nos enseñaron que desde temprana edad estábamos destinadas para ello.

Por eso quiero que mis hijos vivan mucho mejor, que salgan de aquí, porque anteriormente mi familia decidía cuándo y en dónde casarse. Hoy hay posibilidad de que se junten entre ellos mismos. Antes los familiares –y todavía– piden 100 mil pesos; es forzoso el dinero, si no lo tienen, deben vender sus bienes para pagar ese dinero.

Las casadas sólo escuchaban, no podíamos opinar, nos enseñaron a moler, a los quehaceres de la casa, nos enseñaron a acatar las órdenes del hombre.

¿Qué sucede cuando la mujer decide separarse? ­— No podemos pelearnos con nuestro marido, la violencia está normalizada, cuando una mujer decide regresarse a su casa con sus padres ellos la regañan, porque por eso se paga un dinero para estar con el hombre, somos de su propiedad.

A veces el hombre reclama porque la mujer no sabe hacer bien la comida, la limpieza de la casa y quieren cobrar el dinero que dieron antes de la boda.

En caso de que la familia del hombre no acepte por otros motivos a la mujer, piden que se regrese el efectivo y señalan que está echada a perder o perdió la virginidad.

  1. 68.9% de la población de Acatepec, Guerrero, está en situación de pobreza extrema, cifra que duplica el 28.7% registrado en 2015, reportó el Inegi.
  2. 90% de las mujeres afirma que ha sufrido insultos y golpes de parte de algún hombre en Acatepec.

Se arrepiente de no poder elegir con quien pasar su vida

  1. Mónica. Originaria de Zitlaltepec

¿Sufriste violencia en tu matrimonio? ­— A mí me pidieron, pero también fue en contra de mi voluntad; si hubiera sabido, me escapaba. Me arrepiento porque el hombre con el que me junté me abandonó y me dejó con el gasto de mis hijos yo sola.

Todo lo que se compra para ellos corre por mi propia cuenta. Yo me casé a los 18 años y no la pasé nada bien, se fue a Estados Unidos y jamás me mandó dinero durante los cinco años que estuvo allá.

Regresó y todo ese tiempo lo estuve esperando; nos juntamos y tuvimos a nuestra primera hija, nos casamos y se hizo fiesta, se bebió y se celebró todo, y aun así me dejó.

Ahora pienso en mi hija mayor, posiblemente no la pidan, ya que hay mucho celular, hay mucha familia, y además, ahora se mandan solitos, se comunican entre ellos y nos estigmatizan.

Yo me arrepiento de todo, de no haber podido estudiar, de no salir adelante y de mi matrimonio, porque no fue lo que esperaba.

“Me tendieron una trampa, yo quería seguir estudiando y mi hermano y papá me vendieron. Me dijeron que tenía que llegar virgen”

LAS CLAVES

La población indígena vulnerable por carencias sociales alcanzó 17.3% a nivel nacional en 2020, mientras que la población vulnerable por ingresos se situó 1.6%, informó el Coneval.

En Acatepec, 54% de la población no tenía acceso a sistemas de alcantarillado, 4.86% no contaba con suministro de agua, 18.6% no tenía baño y 13.1% no poseía energía eléctrica.

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